Nuestra idea y nuestro propósito como organización, están muy enfocados a la generación de valor añadido derivado de proyectos de formación y desarrollo.
Una forma muy común de generar impacto es precisamente, establecer un sistema de control (y posterior eliminación) de todos aquellos esfuerzos formativos que no lo generan. En la entrada de hoy, queremos incidir en un concepto muy ligado a la generación de valor por la vía de la eficiencia, que puede formar parte de ese control. Hablamos del scrap learning o aprendizaje chatarra o desperdiciado.
Este fenómeno se produce cuando los miembros de tu organización reciben un entrenamiento, que, incluso estando bien diseñado y desarrollado, no pueden o no saben aplicar en el trabajo. Con otras palabras: Es la cantidad de tiempo y/o dinero que estás perdiendo en entrenamiento no aplicado (en el trabajo) en un periodo determinado.
Se trata de un índice relativamente sencillo de calcular, aunque no matemáticamente exacto (siempre existen algunos factores correctores) y que puede resultar interesante por los siguientes motivos, entre otros:
– Mejora de la salud organizacional y el engagement colectivo al tener monitorizadas las experiencias de aprendizaje poco eficaces y menos atractivas
– Eficiencia por ahorro de costes
– Mejora en la toma de decisiones de inversión en L&D a la hora de prescindir de experiencias formativas de poca aplicación y reforzar las de aplicación comprobada
– Mejorar la calidad de la interlocución con potenciales proveedores externos de contenidos y soluciones al establecer parámetros necesarios de aplicabilidad tendentes a resultados “on the job”.
Lógicamente y por muy bien que planifiques, diseñes y ejecutes, cualquier programa de formación es susceptible de ser ineficiente o inaplicable en el trabajo. Es casi inevitable, por tanto, generar algo de desperdicio. Lo importante es tener claro que va a existir, saber detectar los focos de chatarra y eliminarla para que no se perpetúe como algo natural, a pesar de no servir.
Por tanto, ¡No almacenes más chatarra!
Las fuentes y las razones de generación de aprendizaje residual dependen de cada organización y pueden ser muy variadas (las trataremos con detalle en otra entrada). Generalmente están relacionadas con un entorno de transferencia del conocimiento de baja calidad, que a su vez puede obedecer entre otros motivos, a la ausencia de métricas concisas, a materiales o contenidos demasiado amplios o genéricos, a la ausencia de motivación de los alumnos participantes, ausencia de soporte post-entrenamiento por parte de managers intermedios o responsables de equipo, etc, …. Algunos de estos factores actúan como vasos comunicantes que influyen en esa baja calidad y sus efectos son demoledores para la ausencia de aplicación.
Adicionalmente, por nuestra experiencia y en nuestras interacciones con cliente, incidimos en la conveniencia de que los equipos L&D dejen atrás los modelos de recogida “sin filtro” de necesidades de formación (solicitudes/órdenes) y los modelos de puesta en marcha y ejecución de soluciones ya proporcionadas de fábrica por los mandos intermedios dentro de cada organización.
Responder a la pregunta de si un problema de rendimiento se soluciona con formación, implica un análisis detenido de todas las partes interesadas. Pedir soluciones de formación o proporcionarlas, de forma unilateral, sin contar con el resto de stakeholders involucrados, es, a nuestro modo de ver, uno de las fuentes más potentes de producción de aprendizaje chatarra.
En conclusión: El alineamiento del sistema L&D con los objetivos del negocio y con los gaps de rendimiento analizados y detectados es un recurso clave para evitar buena parte de las pérdidas por aprendizaje chatarra.
¿Y tú? ¿Sabes ya cuánta chatarra produce tu sistema de formación y desarrollo? Te ayudo a calcularlo.
El dato: Un estudio de 2014 realizado por CEB encontró que la tasa típica de aprendizaje de chatarra era del 45%, y los estudios de Rob Brinkerhoff y otros expertos han encontrado índices de chatarra superiores al 80% en algunas organizaciones. Esto es, más de 8€ desperdiciados de cada 10 € invertidos.
La pregunta para la reflexión: ¿Sabes cuánto le cuesta a tu organización la parte de tu programación de formación que no es aplicada en el trabajo?
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